lunes, 4 de abril de 2011

Lunes: Mediodía (Parte 2)

Luego de analizar bien mi situación, decidí tomar coraje y llamar a mi jefe para pedirle una nueva oportunidad. Tenía que caminar bastante hasta el próximo telecentro. Era el viejo negocio del negro Oscar, lo que había empezado como un pequeño kiosquito terminó siendo un telecentro con bar, pool y hasta agencia de quiniela.

El negocio estaba en las afueras de la ciudad, ya que antes del curvón que llevaba para el pueblo pasaba  a ruta que iba a la ciudad. El boliche estaba cuidadosamente colocado el la ramificación de la ruta para agarrar el grueso de gente. Camioneros y viajantes eran los tipos de clientes que frecuentaban el lugar.

Así pues, decidí emprender mi viaje.

El sol candente de mediodía calentaba mi sien a punto de hervor y la única lluvia posible en mi futuro eran las gotas de sudor que caían de mi cabeza.

El viaje se hizo largo y tedioso pero al fin llegué al telecentro.

Curiosamente el bar estaba vacío. En las buenas épocas un lunes a la mañana estaría el lleno, porque claro, me olvidé contarles, también tenía comedor.

Exhausto del calor agarré una vaso de agua del dispenser y le di un largo y delicioso sorbo seguido de un inevitable “ahhhhh” de propaganda, aunque los hijos de puta lo tenían desenchufado y estaba mas caliente que la mierda.

Atrás del mostrador, Oscar, mascando un escarbadientes y compenetrado en trapear la superficie “hasta que brille” como le gustaba decir.

“Oscar, buen día, vengo a hacer un llamado”

Oscar pareció hacer caso omiso de mi saludo y siguió limpiando el mostrador con esa perseverancia que solo un barman puede tener.

“Oscar…”

"Cabina 3” Me interrumpió un tanto exaltado, esta vez levantando la cabeza, trapo en mano y mirando con esa mirada de loco característica suya.

Decidí no exaltarlo más y entré en la cabina y marqué el numero del almacén.

Tras 5 pitidos me atendió el contestador.

“Usted se ha comunicado con…” – Flap! Colgué el teléfono.

Intenté nuevamente…

“Usted se ha comunicado con…” Pero la puta madre! Bueno, al menos lo intenté.

Salí de la cabina y mientras me dirigía a la puerta de salida lo saludo a Oscar.

“Chau Oscar! No me atendió nadie así que no pude hablar”

“8 Pesos” Me interrumpió con tonó cortante.

“Pero no hablé nada, me atendio el cont…”

“8 Pesos” Repitió mientras tiraba el trapo al mostrador con un ademan algo violento y al mismo escupía el escarbadientes en mi dirección pero sin llegar a impactarme”

Oscar no era un tipo violento, pero si el sentía que alguien intentaba aprovecharse de el, hay! si que se ponía loco, se sacaba mal. Lo he visto cagar a palazos a un pibe que le quiso robar una servilleta…

Pero yo, un tipo lógico por naturaleza no iba a sufrir el mismo destino, decidí, sin lugar a dudas, pagarle.

En la billetera un billete huérfano de dos pesos y 25 centavos.

Pero yo tenía 10 Pesos! Ahí fue cuando recordé que se lo había dado a alguien…

“Amigo” le dije intentando entablar amistad con aquella bestia asesina en potencia.

“No tengo plata ahora, mañana paso y te lo pago eh?” Concluí esta frase con un estúpido guiñó amistoso y asentando con la cabeza.

Oscar no dijo nada.

Nos quedamos en silencio por unos segundos. Se arremangó, agarró una escoba con las dos manos, traspasó la puertita del mostrador estilo western y empezó a caminar lenta pero decididamente hacia mi persona.

Ahora si estaba hasta la pija, y todo por esa vieja de mierda!

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